viernes, enero 06, 2006

Cronica.

-No soy un prócer ni mucho menos, soy solo un nada que es un escribidor de oraciones que jamás nadie leerá. Soy solo eso y nada más.
Escribe nuestro homérico, en un papel amarillento recalado algunas veces y seco al sol otras tantas, en fin el papel esta escrito ya, en otras ocasiones lo defenestraría rápidamente al basurero como es de costumbre, pero en esta ocasión solo lo guarda en el bolsillo del saco, pues esta gélido este nuevo invierno que toca la puerta de casi entrada mayo, -mira el reloj de la plaza pues como de costumbre, no usa, ni usara jamás reloj, pues, piensa que si existen por doquier para qué él usaría uno, si solo al erguir la vista encontraría un reloj, que le proporcionaría la hora exacta, y si el caso no fuera ese, buscaría otro para comprobar la hora con precisión , ya que hay tanto reloj en el mundo, y de que le sirve, si tiene hambre, es hora de comer, si tiene sueño, es hora de dormir, y así, si tiene ganas de algo, es por que es hora de hacer justamente algo, para el la vida es eso, y punto, pare de contar.
Es eso lo que piensa nuestro hombre, y siente el frió que cala sus huesos, imagina su carne de gallina, por debajo de la tanta ropa vieja que usa, pues separarse de esa ropa jamás, si tan malos recuerdos le trae, pero le gusta sufrir, y sufrir mucho, -pero de verdad.
Las calles cenicientas de fin de mes, principio de frió, lo llevan a vagar, a ver que hay mas allá, y piensa –que habría al otro lado de la otra calle de arriba, si en este momento yo me dirigiera hasta ahí, y si dejo este lugar en este instante que ocurre en mi ausencia-, cosa de destino que nuestro hombre siente, piensa, imagina y hasta ve, pues en su mente no hay mas que sed por saber de manera empírica todo.
-Me cago de frió en esta ciudad, que me ha de ver vivir, sus calles heladas me demuestran su respetabilidad, cae la lluvia como cenizas de otros tiempos, y todo se ve de ese color, no hay mas que ver, solo sentir y vivir las horas, los días y así… así… así no mas es-. Estas cosas le recuerdan a la sueca que conoció por aquí el otro día, la acompaño hasta su hostal de la illampu y le converso sobre su helada ciudad pero la sueca le dijo que donde ella vivía hacia mas frió y además había nieve, así que casi de inmediato se fue a la nieve del illimani en un camión verdulero que regresaba al amanecer no mas, junto a los campesinos que traían sus productos frescos, para vender en el mercado Rodríguez y al día siguiente al amanecer volvían, al pasar por una curva de un salto se vio de frente mas que nunca cerca del illimani, camino unas horas, no sabe cuanto por que no había relojes cerca, pero eso no le impidió ver de cerca al illimani y mucho menos la nieve blanca y fría deshelar en sus calientes manos al instante, pues luego las suyas frías estarían, de un rato cayo la tarde y de la tarde fue noche y nadie paso por ahí, y el tampoco se preocupo, pero pensó en volver, pues morir podría hoy en el illimani, pero aun no era el tiempo, así que decidió caminar de regreso a la ciudad, claro no conocía el camino pero las luces lo guiarían hasta el amanecer, hora en que llego a tomar api al mercado.
Los relojes no necesitaron advertirle que era hora de dormir pues aun siendo de día el ya estaba con sueño, así que llego a su cuarto de sopocachi a dormirse todo el día.

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